domingo, 16 de enero de 2011

la magia del amor ley de correspondencia

LA LEY DE CORRESPONDENCIA
Páginas 79 a la 88 del libro
Leyes Universales y Evolución de la Conciencia
Luz Stella Solano M.
Enseñanzas del Maestro Gerardo Schmedling T.
Edición especial y limitada

UN LUGAR PARA CADA COSA Y CADA COSA EN SU LUGAR


Este postulado quiere decir que no hay nada que esté fuera de lugar; siempre estamos en el lugar apropiado así sea temporalmente, aunque algunas personas crean que están en el lugar equivocado. Todo se da y se manifiesta en el lugar perfecto y correspondiente con la experiencia que una persona necesita vivir y con la función que va a cumplir. Es la ley superior del triángulo inferior, Por eso puede permitir que nos salgamos todo el tiempo de las leyes de armonía y naturaleza. Sólo con comprender claramente la ley de correspondencia solucionaríamos el 90% de nuestros problemas humanos.

El orden del universo es el orden de Dios; es matemáticamente exacto y perfecto, aunque los seres humanos no lo entendamos; Comprender la ley de la correspondencia en toda su infinita dimensión es aprender a fluir con la vida. Esta es la ley del orden. Da la distribución de tiempo, espacio, función, y los límites entre estas distribuciones. Da el orden del universo. Se manifiesta determinando las densidades, vibraciones, cuerpos, formas, lugares y sucesos correspondientes a límites de mantenimiento e interacción para la manifestación o para la comprensión de la vida.

No hay nada que suceda que no tenga que suceder. Cualquier cosa que sucede es co­rrespondiente con las personas, con el lugar y las circunstancias a su alrededor. La ley de correspondencia nos permite entender que no existe la injusticia. Existe lo necesario, lo que corresponde. Toda situación es correspondiente pero no injusta.


Siempre estamos ubicados en el lugar exacto; no tenemos que preocupamos por estar en lugares seguros, ya que la vida misma se encargará de ubicamos en el sitio correspondiente, donde se vayan a dar los sucesos o las situaciones que necesitamos vivir. Cuando una persona es correspondiente con vivir la experiencia de quedar sepultada en un terre­moto, la vida misma se encargará de colocarla en el lugar preciso a la hora exacta.

Inversamente, cuando alguien no es correspondiente con vivir la experiencia de un terre­moto, la vida se encargará de ubicada en otro lugar para que no esté presente en ese sitio en el momento del terremoto. En los casos de grandes tragedias como la sucedida en las torres gemelas de Nueva York o del tsunami, se puede observar claramente la ley de correspondencia. Muchas personas trabajaban en las torres o vivían en el lugar del terre­moto, pero por cualquier circunstancia no estaban presentes en el momento de la tragedia, mientras que otras estaban en el sitio sin un motivo específico, de manera aparente­mente coincidencia!.

Los seres humanos, cuando no conocemos la ley de correspondencia ante las situaciones incomprensibles para nosotros, nos volvemos justicieros, tratamos de buscar culpables en un intento por solucionar lo que no entendemos. Cuando la situación es de fenómenos naturales, pensamos que Dios no existe, o que es injusto e incapaz.

Una vez determinados los niveles, lugares y características de una creación o manifestación, la ley de correspondencia crea las circunstancias para que se manifieste y suceda allí solamente lo que es correspondiente con ese nivelo con esa persona. Por eso en cada lugar existe y sucede sólo lo que tiene que existir y suceder, y a nadie le sucede algo que no le corresponda.

Al observar cómo en países o lugares donde la violencia es muy alta, existen personas a las que nunca les ha pasado nada, que jamás han sido victimas de ninguna situación o circunstancia violenta, verificamos la existencia de la ley de correspondencia.

No existe buena o mala suerte; existe la ley de correspondencia. Cuando alguien muere en un accidente aéreo o de cualquier índole es porque justamente eso era lo que le correspondía. Al que no le corresponde se le presentan muchos obstáculos para que no pueda abordar el avión. .

CORRESPONDENCIAS DEL DESTINO:


MÉDICO <==> PACIENTES
VENDEDOR <==> COMPRADORES
POLICÍAS <==> LADRONES
CARCELEROS <==> PRESOS
JUEZ <==> JUICIOS
VÍCTIMA <==>VICTIMARIOS

Podemos estar en cualquiera de los dos puntos porque la correspondencia siempre será una interacción entre ambos extremos. Cuando somos personas irrespetuosas de los de­rechos de los demás, siempre encontraremos a alguien que nos juzgue y nos irrespete también. Un agresor siempre encontrará una victima, pero a su vez la victima también necesita ser agredida para aprender algo que aún ignoraba. Obviamente, las víctimas, que aparentemente son víctimas, también tienen su propio nivel de agresión, aunque lo manifiesten o lo expresen de formas diferentes, y la ley de corres­pondencia los enfrenta con el agresor para complementar su aprendizaje de evolución.

Cuando estamos en cualquiera de los dos extremos, estamos dentro del conflicto; la única manera de salir de la agresión es ubicándonos en el centro. Para no ser juzgados sólo existe una forma: no juzgar a nadie; para no ser agredidos no agredir a nadie; colocarnos dentro de la ley de armonía. Mientras nos coloquemos en un extremo de la balanza nos haremos correspondientes con el otro extremo.

Un médico siempre será correspondiente con personas enfermas y estas personas siem­pre buscarán un médico, porque esa es la correspondencia. Si nos colocamos en la posi­ción de justicieros, nos encontraremos continuamente con situaciones de injusticia. No podemos esperar que la vida nos dé una correspondencia diferente a la que nosotros mismos hemos generado. Podemos reconocer esta ley observando la variedad de ambientes naturales, los climas, las diferencias sociales asociadas al desarrollo tecnológico; si algo funciona o sucede en un lugar es porque le corresponde. En general, esta ley se reconoce en todo aquello que puede hacerse, y es inútil ir en contra de ella porque se verifica en este hecho que, por más que queremos y hacemos muchos esfuerzos, no lo podemos realizar.

HACERNOS CORRESPONDIENTES CON SITUACIONES AGRADABLES ES APRENDER A UTILIZAR LAS SIETE HERRAMIENTAS DE AMOR

1. AMAR
2. ACEPTAR
3. ASUMIR
4. ACTUAR
5. VALORAR
6. ADAPTARSE
7. AGRADECER


EL SECRETO PARA CREAR EN NUESTRAS VIDAS UNA CORRESPONDENCIA DE PLENA SATISFACCIÓN ES ENTRENARNOS EN:

No juzgar nada ni a nadie.

No criticar nada ni a nadie.

No atacar nada ni a nadie.

No quejamos de nada ni de nadie.

No encontrar faltas.

No querer cambiar nada ni a nadie.

No castigar.

No imponer nuestra voluntad a otros.

No culpar a nadie, ni de frente ni a sus espaldas.

No herir los sentimientos de nadie.

Flexibilizar nuestra mente para acelerar nuestro desarrollo espiritual.

Ceder y permitimos experimentar otros puntos de vista, para acabar con nuestro ego y limitaciones mentales.

Emparejamos con los demás para poder servirles y llevarles con nuestro apoyo un mensaje de amor.

Poner entusiasmo y alegría en todo lo que hacemos.

Hablar siempre palabras de amor, ,verdad y bondad.

Servirles a todas las personas sin restricción y sin condición.

Practicar todo esto nos hará correspondientes con experiencias maravillosas y extraordi­narias, con situaciones de paz y armonía, con prosperidad y abundancia.

Ninguno de nosotros tiene paz; este es el verdadero problema que debemos solucionar. En los hogares existe algún nivel de violencia intrafamiliar, padres que desean imponerles a sus hijos sus creencias, costumbres y hábitos sin respetar los de ellos; no comprenden que sus hijos tienen derecho a los propios. Hijos que no respetan a sus padres y responden con agresión ante cualquier observación de estos. Parejas que se insultan y agraden o simplemente tienen un trato descortés entre sí, hermanos que se gritan e insultan.

De toda esta violencia y desarmonía familiar resulta la violencia social; se crean los corruptos, los violentos, los desadaptados sociales, los sicópatas, personas rígidas que sienten necesidad de hacer justicia en todas partes, de buscar culpables.

Una persona con la capacidad de irrespetar a los demás o las cosas ajenas, generalmen­te nació en un hogar disfuncional, donde no existía el respeto. El problema de la violencia está dentro de nosotros, y en la primera parte donde nos mostramos tal y como somos es en nuestro hogar, y donde tenemos que corregirlo es dentro de nosotros.

Tratar de hacer trabajos por la paz es inútil, porque la paz no es colectiva, es personal e interior, y solamente pueden trabajarla las personas por sí mismas, tomando la decisión personal de declararse en paz.

Mientras una persona no tenga paz en su interior, como individuo, no tiene solución y estará haciéndose correspondiente con situaciones que le hagan entender la necesidad de generarla. Una persona que alcanza el nivel de paz en su interior (ese es el propósito de la vida), no vuelve a encontrar violencia en su vida, no se hace correspondiente con situaciones agresivas en ninguna parte del universo, porque es un ser de paz.


Uno de los ingredientes indispensables para convertimos en seres de paz, es renunciar a culpar; no hacerle daño a nadie en pensamiento, palabra y obra. Si creemos que existe el culpable somos seres ofendibles, susceptibles y reactivos; convertimos en seres total­mente pacíficos es limpiar nuestra mente de todos estos patrones culturales.

Volvemos nuevamente al quiero y el necesito. Todo lo que queremos está en contra de la ley de correspondencia. Si después de intentar obtener algo tres, cuatro o más veces no resulta, estamos viendo claramente que no corresponde; en ese caso debemos aprender a desistir, olvidamos de eso, no convertir nuestra vida en una lucha tratando de conseguir algo que la vida nos está mostrando que no es para nosotros, que no corresponde.


A veces sucede que cuando prescindimos de un propósito y dejamos de insistir, se da; es porque aceptamos las circunstancias y nos hicimos correspondientes con eso, aunque esto sucede pocas veces, y normalmente tenemos que abandonar la idea.

Necesitamos todo lo que regresa o viene a nosotros; no todo lo que necesitamos debe ser armónico; también necesitamos dificultades, resolver problemas para aprender. Lo que necesitamos la vida nos lo da sin problema; pero cuando insistimos con terquedad pode­mos crear grandes problemas en nuestra vida. La ley dice: Cuidado con lo que pides no vaya a ser que te lo den.

Existe una medida que lIamamos la ley del tres/siete; quiere decir que no debemos insistir en algo menos de tres veces, porque nos faltaría constancia, ni más de siete veces porque nos sobraría terquedad.

Hay personas que sobrepasan bastante la ley del tres/siete; la vida finalmente les da eso que tanto pidieron, por lo que tanto insistieron, terminando metidos en problemas terri­bles. Por eso lo más sabio es no pasar del tres. Si la vida. nos dijo que no, es mejor dejar de insistir para no hacemos correspondientes con situaciones difíciles.

Esta fórmula es una manera sabia de preguntarle al universo qué es lo más conveniente para nosotros, y él de manera inmediata nos respondeá, en lugar de pasamos la vida luchando inútilmente sin obtener un resultado suiicienténlente satisfactorio.

Es evidente que todos los seres humanos y de la naturaleza, tenemos una función qué cumplir; pero a esto podemos darle simplemente el nombre de trabajo, no de lucha. La vida no responde a la inercia: responde a la acción; no se consigue ningún resultado positivo sin trabajar. A quien no hace nada la vida no le da nada.

La ley nos permite orientar nuestras acciones para que sean correspondientes y sabias. Hay un ritmo determinado para cada cosa; cuando vemos que algo se mueve así sea despacio, cuando hay unos resultados satisfactorios aunque sean pequeños, la vida nos está diciendo que sí.

Sin embargo, a veces ocurre que nuestro afán y nuestra creencia de que todo tiene que ser como a nosotros nos parece, nos hacen caer en el error. Renunciamos fácilmente a nuestros intentos de alcanzar algo porque queremos que se dé a un ritmo que no es precisamente el correspondiente. La vida sabe cuál es el ritmo correcto; está respondien­do, no con la rapidez o la velocidad que nosotros quisiéramos sino al ritmo correspon­diente; pero nosotros en nuestro afán nos llenamos de angustia, estrés e insatisfacción, y convertimos nuestras acciones en luchas infructuosas.

Otro problema es que cuando algo no se mueve, está totalmente estático o, lo que es peor aún, va para atrás, nosotros insistimos e insistimos. En ese caso no estamos trabajando; estamos siendo tercos, no estamos fluyendo con la vida, no escuchamos sus mensajes.

Para comprender las leyes del universo es necesario, primero, desprendemos del quiero, y comenzar a escuchar los mensajes que la vida nos entrega. La vida constantemente nos está enviando mensajes, pero nuestra terquedad nos impide escucharlos. Nos nega­mos a aceptar lo que la vida tiene para nosotros e insistimos en hacer las cosas como queremos o nos parece, y es claro que lo que queremos pocas veces coincide con lo que necesitamos.

La vida se encarga de ubicamos en un lugar determinado para que realicemos una acti­vidad necesaria y correspondiente con nosotros. Pero toda actividad tiene determinados tiempo y lugar; cuando ya no podemos aprender nada más de ese lugar y circunstancias, porque ya es suficiente para nuestro desarrollo interno. estamos listos para acceder a otro lugar y otras circunstancias. Sin embargo, podemos reconocer que en el anterior lugar, seguirá sucediendo lo que tiene que suceder, porque es correspondiente con las personas que allí se ubican.

En cualquier lugar donde estemos ubicados estaremos haciendo dos cosas: una apren­diendo y otra sirviendo; inclusive podemos estar aprendiendo a servir.

El hecho de que nos hayamos graduado de bachilleres, no quiere decir que ya no se necesite el colegio, porque quedan otras personas que vienen detrás y lo necesitan. El colegio siempre existirá; habrá alumnos que inicien sus estudios y otros que los terminen; lo que cambia son los alumnos, no el colegio.

Este mismo principio se aplica para la vida. Existen personas que ya aprendieron lo que la violencia enseña; aprendieron a no perder la paz, a no juzgar, no condenar, no culpar y no responder a los ataques. Esto no significa que la violencia tenga que desaparecer; quedan muchas otras personas que vienen detrás aprendiendo de ella.

Dedicar todas nuestras energías a conseguir que se acabe la violencia, por el simple hecho de que ya dejamos de ser violentos y comprendimos el maravilloso resultado de la paz, es inútil. Siempre habrá otras personas que están comenzando o aún no han com­pletado su aprendizaje y necesitan de la violencia para aprender lo que ella nos enseña.

Para comprender el inmenso valor de la paz y del respeto hay un largo camino por reco­rrer; el camino es uno solo, pero hay muchos caminantes, unos empezando, otros en el medio y otros finalizando. El camino siempre será necesario para que los caminantes puedan aprender su enseñanza.

Lo sabio es apartarnos del lugar porque ya no nos corresponde estar ahí. A un alumno que se gradúa de bachiller ya no le corresponde estar en el colegio. Lo mismo sucede con nuestras vidas: cuando ya aprendemos de una experiencia, la vida nos cambia y nos coloca en un lugar que puede brindamos algo qué aprender y continuar en nuestro cami­no evolutivo.

Cuando estamos en un lugar que tiene muchas dificultades, podemos preguntamos qué no hemos aprendido. Vivir una situación de dificultad es una oportunidad para aprender a superarla. La dificultad estará presente en nuestras vidas hasta que no hayamos aprendi­do lo que ésta nos enseña. La vida nunca nos permitirá cambiar de lugar o modificar una circunstancia que no hayamos comprendido.

En cualquier dificultad necesitamos aprender a utilizar permanentemente las siete herra­mientas de amor. Estas tienen dos principios, uno interno y otro externo.

EL INTERNO: que nuestra felicidad no dependa de nada ni de nadie, ni de lo que suceda a nuestro alrededor; que solamente dependa de nosotros mismos.

EL EXTERNO: aprender a amar. Esto significa comprender que detrás de toda situación hay un propósito de amor. Que las personas cometemos errores para aprender de los errores mismos, teniendo cada persona su propio momento de aprendizaje.

Con las siete herramientas limpiamos el ego y trascendemos el destino.

La Ley de Correspondencia se codifica en la memoria del destino, como las experiencias individuales por vivir, correspondientes con nuestro propio nivel evolutivo. La correspon­dencia de forma se encuentra escrita en el código genético. Cuando accedemos a per­cepciones de correspondencias superiores es porque entramos en contacto con niveles con los cuales nuestra propia vibración se ha vuelto correspondiente, o con memorias del recorrido evolutivo universal.

Si comprendemos la ley de correspondencia, nos damos cuenta que no existe mala ni buena suerte; no existe injusticia porque todo es justo; no existe el culpable. Solamente existen las experiencias de aprendizaje. Existe el error, no el culpable. Como no hay culpable no hay nadie a quién castigar y hay muchos a quienes enseñar y servir.

La relación error-enseñanza es una relación de amor. Cuando alguien comete un error necesita aprender algo que no sabe para no seguir cometiéndolo. La asociación que hace el ego es ERROR - CASTIGO, mientras que la relación de amor es ERROR - APRENDIZAJE. Cuando miramos desde amor vemos ante el error una necesidad de aprendizaje y una oportunidad de servicio. Si nos corresponde y las personas aceptan la información pode­mos enseñarles cómo hacer para salir del error. Podemos servirles para que aprendan.

Cuando miramos desde el ego calificamos a las personas de malas, irrespetuosas, ladro­nas o delincuentes, buscando la forma de castigarlas, y convirtiéndonos así en justicieros.

Venimos a este mundo a aprender a amar y ser felices por nosotros mismos; sin embargo, existen creencias en nuestras mentes que nos impiden lograrlo. Ejemplo:
1. Desde el ego creemos que no somos felices porque hay injusticia, porque los demás nos agreden, porque no nos valoran, porque la vida no nos da lo que queremos.

2. Desde el amor comprendemos que: no somos felices, porque no somos capa­ces de valorar lo que la vida nos da, porque no somos capaces de aprovechar las 'oportunidades de aprendizaje, porque juzgamos y condenamos a los de­más por lo que ellos hacen, porque los culpamos de lo que sentimos y de lo que nos sucede. Esa es la verdadera razón por la cual no somos felices; el problema está dentro de, nosotros.
Surgen entonces las siguientes preguntas: ¿Cómo solucionamos nuestro problema de aprender a ser felices por nosotros mismos? ¿En qué lugar aprendemos esto?

El lugar ideal para aprender a descubrir nuestra paz interior es justamente donde no hay paz. Es imposible desarrollar una habilidad si no hay un entrenamiento. Un estudiante que quiere ser matemático tendrá que ir donde le pongan problemas de matemáticas; el que quiere tener músculos desarrollados, tendrá que ir donde pueda hacer un esfuerzo para desarrollarlos; el que quiere tener paz tendrá que ir donde hay violencia para apren­der a desarrollarla.

Donde no hay paz es donde podemos aprender a encontrar nuestra propia paz. Quere­mos ser felices; entonces nos relacionamos con personas que nos agreden, para aprender a que esto no nos afecte, a no sufrir por lo que los demás hagan o dejen de hacer.

El proceso de aprender del amor y la paz requiere que primero nos enfrentemos con personas que nos agreden, nos maltratan, nos roban; son violentas e irrespetuosas, para poder desarrollar" nuestra propia invulnerabilidad y construir nuestra paz y felicidad des­de nuestro interior, sin que dependa de nada externo.

Dios nos da las herramientas, pero nos falta la práctica. Cuando escuchamos las noticias de masacres, violencia, asesinatos, toda clase de atropellos e irrespetos, conflictos y co­rrupción, desde la comprensión, nos damos cuenta de que estamos en el mejor lugar para aprender lo que todo esto nos enseña.

Todo en el universo es perfecto, pero nuestra mente contaminada de creencias y llena de limitaciones nos hace pensar lo contrario. Es indispensable eliminar de nuestras vidas los rencores y las venganzas, porque éstos son el resultado de creer en la existencia del culpable. ­


El día que tengamos la capacidad de desearle lo mejor del mundo a aquella persona que nos irrespetó, que nos robó, nos agredió, nos juzgó o condenó por algo; cuando compren­damos que esta persona obró así, porque nos correspondía que lo hiciera para que pudié­ramos verificar la existencia del odio, la ira, el rencor y la venganza dentro de nosotros, podremos ser seres de paz.


Si comprendemos esto tendremos que darles las gracias a esas personas por permitimos verificar nuestro grado de comprensión y damos cuenta de qué nos hace falta por traba­jar en nuestro desarrollo espiritual; comprendemos entonces que esa persona nos está dando una oportunidad para aprender a no sentir todos esos sentimientos limitantes.

Mientras creamos que alguien nos hizo daño, estamos culpando. No comprendemos que lo que sucedió en nuestras vidas en el pasado, lo que sucede ahora y lo.que sucederá en el futuro, lo generamos nosotros mismos, sin que podamos culpar a nadie: Esta nueva actitud elimina de nuestras vidas la posibilidad de rencores y venganzas.


Nuestros resultados no tienen nada qué ver con los resultados de los demás; cada quien está en su propio proceso y tendrá que aprender lo necesario para su desarrollo espiritual; todos seguire­mos teniendo comportamientos agresivos y seguiremos haciéndonos correspondientes ­con ellos, hasta que no aprendamos lo que estos nos enseñan.


Hay algo más que necesitamos comprender, y es que de la misma forma que nadie nos ha hecho daño, nosotros tampoco le hemos hecho daño a nadie. Las demás personas se hicieron daño a sí mismas, observando y calificando lo que hacemos. Ellas generan sus propios resultados igual que nosotros. Ellas no son culpables; nosotros tampoco.

A cada uno de nosotros nos corresponden las experiencias que vivimos y no tenemos por qué culpar a nadie de ellas; las personas a nuestro alrededor, con las cuales vivimos las experiencias, son las herramientas o instrumentos que escogimos para poder vivir nues­tra experiencia. En vez de culparlos debemos darles las gracias, por ser nuestros instru­mentos, nuestros entrenadores en lo que necesitamos aprender.


Cuando una persona se matricula en una universidad lo hace voluntariamente; va a pa­gar una suma de dinero para que "lo torturen" con problemas y exigencias cada vez más fuertes, pero lo hace porque sabe que será para su beneficio; todo lo que aprenda le dará las herramientas que necesita para cumplir una función y ganarse el sustento. No se pone furioso con el profesor ni lo odia por los trabajos que le impone; tampoco se queja por el dinero que paga; al contrario, se siente satisfecho y ve su estudio como una oportunidad.

La vida es eso mismo, una oportunidad para aprender, o no tenemos por qué sentir odio contra nuestros entrenadores o profesores que nos dan la oportunidad de aprender a ser felices por nosotros mismos y a tener paz invulnerable.

El Maestro Jesús dijo: "Perdónalos Señor porque no saben lo que hacen". Sabía que no hacemos daño a otros con el propósito de hacerlo, sino porque estamos equivocados y no sabemos lo que hacemos.

Tener la capacidad de pedir perdón al que nos agrede y ataca, aun siendo inocentes, es lograr terminar con nuestro ego. No es fácil; requiere querer y tener entrenamiento. Al igual que cualquier carrera, el desarrollo espiritual se logra con esfuerzo y dedicación.

POSTULADOS DE LA LEY DE CORRESPONDENCIA.

1. Toda situación es un aprendizaje.


2. Toda circunstancia es generada por uno mismo.


3. No hay ningún evento que no corresponda con quien lo vive.

4. Estamos ubicados exactamente en el lugar que nos corresponde.

5. Vinimos a la vida con lo necesario para vivirla.

6. Sólo sucede lo que tiene que suceder.

7. Sólo ocurre y sólo se tiene lo necesario.

1 comentario:

yaneth dijo...

excelente, me ayuda a aclarar mis creencias, mil gracias